Sobre mí

Mi nombre es Andrés Palma y me dedico a acompañar personas en sus procesos personales y de autoconocimiento desde la Terapia Gestalt con un enfoque holístico, integrativo y transpersonal.

 

Estoy especializado en el acompañamiento a adulto-joven en formato individual y grupal. Mi propia juventud me resulta una gran aliada ya que me acerca a los/las jóvenes y me facilita empatizar y comprenderles.

Como profesional de la ayuda considero que es imprescindible y necesario mi propio trabajo personal y la constante supervisión y formación.

 

En mi forma de trabajar y de vivir trato de cuidar especialmente tres pilares que serían: Compromiso, amabilidad y honestidad.  

De alguna forma lo podría resumir diciendo algo como:

 

Estoy contigo, y puedes confiar que estoy contigo, te doy mi palabra. Cuido la amabilidad porque con ella creo que todo es más fácil. Estoy aquí, con la mayor transparencia que puedo, confiando que solo con honestidad se puede crear un vínculo auténtico. Esto es para mí la base esencial del proceso terapéutico.

La amabilidad en palabras crea confianza. La amabilidad en el pensamiento crea profundidad. La bondad de dar crea amor”. Lao-Tse.

Mi historia

Mi historia es un tanto atípica o poco habitual para la época y cultura donde he nacido.

En mi infancia conocí la violencia, las drogas y la desprotección. Fui uno de esos niños que tienen que crecer forzosamente muy deprisa. Crecí en un estado depresivo y mostraba comportamientos conflictivos. Aunque en el centro educativo donde cursé primaria era como en la calle; la ley de la selva. Mientras la mayoría me daban por perdido, encontré refugio y esperanzas en un par de maestros vocacionales que se preocuparon por mí. Ellos defendían con razón de que yo no era malo aunque me portara mal y que mi nulo interés por lo académico tenía que ver con un estado de sufrimiento más que con una falta de capacidad. Para mi propia sorpresa, conforme me iba encontrando mejor y ya fuera del mundo académico en el que nunca sentí encajar, fue brotando en mí un genuino interés y placer por el saber y el conocimiento. 

Ser atendido como persona más que como alumno y sentir que me apreciaban pese a todo, tuvo en mí una enorme influencia y calado para el resto de la vida. Nos mantuvimos en contacto y a mis veintiún años, me invitaron a volver al colegio y mantener una charla con el profesorado y dar algún taller al alumnado. Estas fueron mis primeras experiencias en estas labores.

Mi amor, admiración y agradecimiento hacia ellos y hacia la profesión de docente me anima y orienta hacia trabajar para aportar mi granito de arena a esa bendita lucha por defender y mejorar la educación.

Al pasar a secundaria la cosa se complicó. Duré literalmente un mes en un centro educativo “normal” y me derivaron a uno “especial”, donde ponían más énfasis en la represión que en la educación. Para no alargar mucho la historia resumiré:

Dejé de ir a clases a los 13 años para empezar a trabajar y a los 16 años me encontraba esperando un bebe. 

 

Ser padre significó el mayor punto de inflexión de mi vida y el motivo por el cual me comprometí profundamente con mi transformación. Me avergonzaba y me daba miedo de mí mismo. Era consciente de que no estaba bien y no quería ser un peligro para mi propio hijo. No quería que viviera cosas que yo viví y quería darle otras que necesité y me faltaron. Siempre le di gran importancia a la figura paterna y quería convertirme para él, en el papá que necesitaba, o al menos, en uno mínimamente decente y con la conciencia tranquila, por haberse esforzado de verdad en hacerlo lo mejor que puede.

Aunque durante la infancia siempre estuve en líos con psicólogos, que de poco me sirvieron, esta vez como adulto y movido por una genuina motivación, pedí ayuda psicológica y comencé mi proceso terapéutico. Rápido descubrí que no existen las píldoras mágicas o las recetas milagrosas y que cualquier cambio realmente significativo y profundo requiere de mucho tiempo, trabajo y tesón.

Ahora en retrospectiva puedo ver que el amor hacia mi hijo ha sido y es el principal motor de mi vida para sanar y progresar. Me conmueve la infancia y la paternidad, y me siento profundamente agradecido por ese bendito regalo.

Mi formación

Empecé mi proceso personal hace ya más de 11 años y desde entonces mi curiosidad e intensidad me ha llevado a una búsqueda frenética por conocer el ser humano y sus dimensiones. 

 

Después de varios años de terapia individual y queriendo ahondar más en mí, decido formarme en Terapia Gestalt en una escuela avalada por la Asociación Española de Terapia Gestalt (A.E.T.G). Al terminar realizo también en la misma escuela un postgrado sobre artes escénicas, titulado “El arte de ser”. 

Cursé el Proceso Hoffman. Un trabajo intensivo, delicado y de gran hondura en torno a las figuras parentales. A través de una inmersión en la infancia busca reparar la relación amorosa hacia los padres y la vida.

Me inicié en el Programa SAT, formación creada por el Dr. Claudio Naranjo, pionero de la psicología transpersonal y un integrador entre la psicoterapia y la espiritualidad. Desarrolló la Psicología de los Eneatipos (Eneagrama) entre otras importantes aportaciones.

Conocí la Fundación Claudio Naranjo y comencé a participar en el área de Educación Integradora motivado por trabajar en lo que él llamaba: “Cambiar la educación para cambiar el mundo”. 

Actualmente soy parte de su comunidad de educadores y colaboro en el proyecto nacional de Encuentros de Jóvenes. 

También colaboro en la asociación sin ánimo de lucro  “Pan y Rosas”, ubicada en Vallecas-Madrid que ofrece terapia a personas con bajos recursos económicos. 

Conozco de primera mano lo que es tener problemas económicos y la gran dificultad de hacer frente al coste que conlleva un proceso psicológico. Por eso, para mi es importante facilitar y hacer accesible el acompañamiento terapéutico. 

Durante esos años de trabajo terapéutico también anduve en una búsqueda intensa por diferentes tradiciones y corrientes espirituales.

Hago mi primer retiro en un templo Budista Kadampa a los 18 años. Tras esta experiencia que no sacia mi sed me voy interesando aquí y allí, poniendo el oído en muchos sitios hasta detenerme un tiempo en el Advaita; una rama metafísica dentro del Hinduismo. De la mano del maestro Sesha me acerqué de forma más íntima a la meditación. Su metodología me parece muy sencilla y eficaz para experimentar ciertos estados mentales. La he usado especialmente en la práctica meditativa con niños y adultos sin experiencia anterior.

En la actualidad y desde hace unos años, realizo cursos que imparte el reconocido monje budista Lama Rinchen, perteneciente a la tradición “Sakya” dentro del Budismo Tibetano.  En él he encontrado un maestro que me inspira y me conmueve. Mi idea es seguir echando raíces y profundizando en esta milenaria sabiduría.

Intereses

El arte, el deporte y los perros son imprescindibles y básicos en mi vida desde que tengo uso de razón. El potencial terapéutico que tienen me parece casi imposible de explicar y no imagino una vida sin ellos.

Me interesa y admiro el arte en general pero mantengo mayor cercanía con la literatura, la danza y la música. Escribo y bailo desde niño y sigo soñando con hacer música algún día. Mientras ese día llega, me conformo disfrutando de oírla. He de confesar que si alguien me despierta envidia, es un artista, y sobre todo los pintores y los músicos.

El deporte es para mi un estilo de vida y una de mis prácticas diarias. Creo que me salvó de muchos problemas y forjó gran parte de lo que soy. He hecho múltiples deportes pero puede ser que el boxeo fuera el que más me influyó. Me enseñó muchas cosas, entre ellas que violencia y agresividad no son la misma cosa y que muchas veces, una gran sensibilidad y nobleza se esconde tras una cara de pocos amigos.

Entiendo que además de cabeza, corazón y espíritu, somos un cuerpo, y que este requiere de ciertos cuidados para su buen funcionamiento, siendo el movimiento uno de ellos. Le doy gran importancia al deporte y a la alimentación ya que considero que son esenciales para el equilibrio emocional y salud en general.  

Me interesa mucho la terapia asistida con perros. Confío en el potencial terapéutico que tiene la sola presencia de un peludo y aún más el vínculo afectivo con ellos.

Actualmente tengo una jovencita compañera llamada Clara, me acompaña en mi vida personal y a veces también me ayuda en algunas sesiones.  Creo que los perros tocan fácilmente donde es difícil de tocar y sin saber hablar, saben bien qué es eso de acompañar.

“Medite al atardecer, mirando las estrellas y acariciando a su perro, es un remedio infalible”.  Emerson